“El que no toma su cruz, no es digno de mí”
XIII Domingo Ordinario Ciclo A
2 Re 4, 8-11. 14-16; Rom 6, 3-4. 8-11; Mt 10,37-42
Puebla, Pue., a 2 de julio de 2017
Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba en la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?
Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el cielo, una magnifica ave que flotaba elegantemente y majestuosamente en las corrientes del aire, moviendo sus poderosas alas doradas. La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. -¿Qué es esto? –preguntó a una gallina que estaba junto a ella. –Es el águila, la reina de las aves –respondió la gallina. Pero, no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de ella. De manera que el águila no volvió a pensar en ello. Y murió creyendo que era una gallina de corral.